Yo era un niño pero lo recuerdo como si fuera ayer. De hecho lo tengo grabado en mis retinas. Mi hermano Manolo, que es del Athletic de Bilbao, y yo, de Arconada hasta la médula estábamos en la cocina del chalet que mis padres tenían en Valdelagrana (El Puerto de Santa María). El mismo escenario donde un año antes habíamos llorado tras la Liga perdida en el Sánchez Pizjuán. La Real comenzaba ganando con el penalti cometido por Maceda sobre Roberto López Ufarte que transformaba Cortabarría. Hasta ahí todo bien pero el partido se fue complicando y la Liga una vez más, como un año antes, esfumando. La Real era mejor pero el Sporting ganaba 2-1.
Fue entonces cuando Zamora obró el milagro. Eran las siete de la tarde y quince minutos de un 26 de abril de 1981 en un día raro con mucha lluvia sobre Gijón y una tarde en la que apareció el sol.
El Molinón, teñido de txuri urdiñ se convirtió en una auténtica fiesta tras el pitido final. La Real Sociedad se proclamaba campeona de Liga y recuperaba aquella Liga que la historia le robó un año antes, primero en el Bernabéu con aquel empate a dos tras cero a dos) y posteriormente en Sevilla rompiendo así su record de imbatibilidad.
El hombre de hielo, Luis Arconada, demostraba con aquellas lágrimas derramadas sobre el mismo césped de El Molinón que era humano. La Real Sociedad ganaba su primera Liga y demostraba que se puede ser grande y alcanzar sueños pese a no disponer del dinero de Madrid y Barcelona.
Treinta años más tarde me sigo emocionando recordando aquella tarde de abril, aquel título de Liga, aquella camiseta adidas negra y naranja con la que tanto soñé. Aquel héroe de carne y hueso llamado Luis Arconada Echarri.
